El inicio del judo se sitúa hacia el año 1882, siendo su creador un practicante de jiu-jitsu llamado Jigoro Kano, destacado letrado y pedagogo japonés. Jigoro Kano nació en 1860, se graduó licenciado en letras en 1881 y terminó al año siguiente sus estudios en ciencias estéticas y morales. Ejerció como profesor en el Colegio de los Nobles, centro docente del cual fue posteriormente rector. Más tarde, el joven profesor fue consejero del ministerio de Educación y, en 1893, director de la Escuela Normal, llegando posteriormente a trabajar como secretario del ministro. Años después Kano fue llamado a ocupar diversos cargos en el sector educativo. Se interesó y trabajó particularmente en el desarrollo de la educación física y el deporte, tanto a nivel nacional como internacional, y presidió la Federación Deportiva del Japón, siendo el primer japonés que representó a su país en el Comité Olímpico Internacional.
Kano, conocedor del Ju-jitsu, interesado en las artes marciales, con amplio conocimiento de la proyección y aspiraciones educacionales de su tiempo y de las tendencias europeo-norteamericanas en educación y en deporte, elimina todas las técnicas peligrosas del Jujitsu, conservando de este arte las formas y acciones de mayor valor, al tiempo que aporta nuevas habilidades técnicas que dan al conjunto de su trabajo un carácter de actividad deportiva, creando un nuevo deporte, concebido como un método de educación física, en el que el combate es sólo un medio para el desarrollo personal. Todo esto va unido a su preocupación por encaminar la evolución mencionada, al logro de la superación física y mental del practicante, bajo el principio de utilizar la energía de la forma más eficaz posible, dando a este principio general el nombre de judo, “camino de la flexibilidad”. En 1882 Jigoro Kano inició estas enseñanzas en su propia escuela, centro que denominó Kodokan, “lugar en donde se enseña el camino”.
El desarrollo del judo se completó hacia 1922, año en que se inició un movimiento social con la finalidad de dar a conocer sus principios: máxima eficacia para la utilización del cuerpo y el espíritu con el mínimo esfuerzo y prosperidad y beneficios mutuos (Kano, 1989). Así, el judo, en un sentido amplio, es tanto un estudio y un procedimiento de entrenamiento aplicable al espíritu y al cuerpo como a la dirección de la vida. Desde un punto de vista más restringido, el judo tendría como objeto el estudio a la práctica del ataque y la defensa, sería un arte o una herramienta técnica (esta aplicación era la única estudiada anteriormente bajo el nombre de jujutsu). Pero Kano comprendió que el estudio del principio de la eficacia máxima, en toda su generalidad, era más importante que la simple práctica del ju-jitsu, porque la comprensión real de este principio nos permitirá no sólo aplicarlo a todos los aspectos de la vida, sino que nos ayudaría incluso en la mejora de las técnicas (Villalón, 1997).
Jigoro Kano concebía el judo como un medio de perfeccionamiento personal y como una contribución al desarrollo y bienestar social. Con esta idea, Kano, a partir del año 1920, se dedicó con mayor profundidad a su escuela, la cual iba propagándose por todo el Japón con aceptación, tanto en las universidades como en los centros de artes marciales y la policía. Puede considerarse como su mayor conquista la introducción del judo como medio de la educación física en las escuelas secundarias y en algunas primarias durante la época en que fue director del departamento de educación del Ministerio de Educación de Japón. Por ello, el judo se formó y se desarrolló bajo un clima educacional.
EXPANSIÓN INTERNACIONAL DEL JUDO
El maestro Jigoro Kano, con sus propósitos en relación con el judo, anhelaba para su disciplina una aceptación internacional, impartiendo para ello personalmente, tanto en Europa como en América, conferencias sobre su escuela y manteniendo el contacto con algunos de sus discípulos que iniciaron la divulgación del judo por el mundo.
La labor de divulgación realizada por los pioneros japoneses antes de la Segunda Guerra Mundial fue meritoria, aunque limitada por centrar la atención dichos maestros en sus propios círculos de práctica o vincularse preferentemente en algunos países sólo a zonas que contaban con una mayor inmigración japonesa.
Se puede situar el inicio de la divulgación del judo en Occidente en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y se debe destacar el hecho de que participaron en esta labor ya no sólo los pioneros japoneses, sino mayormente los alumnos de éstos, judokas de varias nacionalidades. Como ejemplo de lo expresado haremos referencia al movimiento del judo en Francia, que ha hecho, sin duda alguna, una valiosa contribución a la organización del judo mundial.
En la actualidad se cuenta ya con una actividad mundialmente organizada, cumpliéndose con ello un propósito más de Jigoro Kano: el de ver su escuela elevada a escala internacional, lo que en realidad tuvo su plena expresión en la partición del judo en los XVIII Juegos Olímpicos de Tokio en 1964. No obstante, el judo fue aceptado definitivamente como deporte Olímpico en los Juegos de Munich de 1972.
EL JUDO EN ESPAÑA
Los judokas japoneses Raku y Onosiko, en su paso por nuestro país, animaron los inicios del judo tras la realización de algunas demostraciones de este deporte. Surgió como consecuencia un grupo de práctica, dirigido por el príncipe Acosta, en 1946, y es en 1947 cuando el judo comienza su camino de evolución, en manos de un experto, Alfredo San Bartolmé, 2º Dan de judo. A este judoka le seguirán Michel Martin en 1949 en Madrid y Henri Birnbaum en 1950 en Barcelona.
Desde entonces…