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¿Qué hemos hecho con el mensaje de O´Sensei?

 

Hace tiempo leí que el ser humano por su propia esencia social necesita pertenecer a una casta, necesita pertenecer a un grupo, sea este familiar, personal, laboral, étnico, nacional, etc. Continuaba el artículo diciendo que la necesidad del grupo nace de la inseguridad y de la pendencia a la socialización de nuestra personalidad. Hace millones de años el hombre entendió que ir a cazar en grupo suponía una mayor eficiencia en los resultados y que, además, los posibles perjuicios que pudieran provenir de la Naturaleza podrían ser mejor neutralizados en grupo que individualmente.

Sin embargo, el pertenecer a un grupo o a un estatus social y desempeñar un rol, también evoco el nacimiento de la competitividad, la necesidad de obtener mejores beneficios con menos esfuerzo con respecto a otro grupo de referencia.

 En principio, esto no tiene porque ser negativo sobre todo cuando esa finalidad va ligada a un sentimiento de crecimiento o evolución. El problema radica cuando esa competitividad va ligada al egocentrismo o a un individualismo exacerbado. La competitividad así entendida crea dualismo de difícil armonización, el ganador y el perdedor, los mejores y los peores, la élite y la plebe, los primeros y los segundones, etc.

 La dualización provoca una alineación de la persona entre lo que es y lo que quiere o desea ser y ese es el principal problema del crecimiento personal. Hay personas que quieren “ser” y si no lo pueden ser, envidian lo que no pueden llegar a ser. Esa es la primera frustración de la persona.

 Decía  Jiddu Krishnamurti que pensar querer ser alguien o algo era un engaño del pensamiento y que este era el verdadero culpable de las desdichas de la persona. Por eso Descartes no debió, en mi humildísima opinión, definir la existencia a través del pensamiento, la persona no “es” porque piensa sino que piensa porque es. En esta situación de autoengaño la persona buscará refugio en cualquier situación que le permita elevar su “ego” y le lleve ilusoriamente a otro nivel donde “piense” que esta a la altura del aquello que ansía. Lo peor de todo es que a su propio yo no puede engañarle.

 Estas situaciones conducen a la persona a su catalogación a la hora de definirse como ser, es decir, soy en cuanto pertenezco y en cuanto poseo.  La autodefinición de si mismo se realiza según el lugar que ocupes como persona tanto a nivel familiar, laboral, de ocio, etc.

 La persona, por ende ya no es per se, sino es por pertenecer o por tener. Y ese es, precisamente, el principal error.

 La sociedad, en general, esta estructurada de esa manera. Nacemos en un núcleo familiar cuyo estatus social depende de si esta es familia monoparental o biparental, de cual es el su poder adquisitivo, de donde vives, de donde hayas estudiado, de qué coche tengas, de qué ropa lleves, de qué amigos tengas, de que títulos poseas, y, últimamente, incluso de donde se expidan esos títulos tendrás un reconocimiento (social) u otro. En resumidas cuentas, la necesidad de autodefinirse a través de lo que tengo y de donde provengo.

 Decía O´Sensei, creador del Aikido, que la persona solo era una pequeñísima parte de un ingente Universo. Que la persona esta constituida por la misma materia que el Universo y que siendo parte de él, estamos regidos por las mismas Leyes Físicas.

 Decía también:” Yo no me mido con los hombres. Con quien entonces ?. Si es necesario responder, yo me comparo con la divinidad. Es porque nos comparamos con los hombres, haciendo y diciendo cosas insignificantes, que nada va bien en este mundo. Los buenos y los malos forman una casa en este mundo armonioso. Es indispensable cortar todas las ataduras. No hay que hacerse un problema de conceptos relativos como el bien y el mal.” “El Arte de la Paz está basado en cuatro grandes virtudes: valor, sabiduría, amor y amistad”. “El Maestro sólo es maestro porque, olvidándose de sí mismo, ha transmitido su saber”

 O´Sensei veía a la persona como un elemento sin artificios, el instrumento de armonización con el Universo era el Aikido.

 ¿Qué hemos hecho los aikidocas para formar esa Gran Familia que nos legó O´Sensei? La respuesta es absolutamente NADA.

 Permítame el lector que sea tan extremo y claro pero la evidencia esta ahí.

Justo a la muerte de O´Sensei se desemboco la primera gran crisis del aikido, la separación de Tohei Sensei del Aikikai por desavenencias con el anterior Doshu e hijo del Fundador. Dice Suenaka Sensei, en su libro “Aikido Completo”, que Tohei  exigió a sus seguidores que descolgarán el cuadro de Morihei Ueshiba del  Kamiza y lo sustituyeran por su retrato, espectando que el “viejo” ya había muerto.

 Este llamativo conflicto es una gota en todo el océano de diferencias irreconciliables que ha marcado la trayectoria del Aikido. ¿Qué han aprendido los aikidocas? ¿Qué han aprendido los grandes Maestros? ¿Qué han aprendido sus alumnos? ¿Utilizan solo palabras bonitas y bien sonantes para solo crear una apariencia cuando en realidad no tienen interiorizado nada de lo que preconizó OSensei?. Ya decía O´Sensei que cuando miraba hacia atrás no veía a nadie.

 Se puede argumentar que problemas existen en todas las artes marciales, pero se puede contestar que el aikido es el arte marcial de la Paz y el Amor por excelencia,… o no?. Ningún otro arte marcial es llamado así. A los aikidocas se les llena la boca hablando del mensaje del creador pero muy pocos son los que lo cumplen.

 Los profesores se encuentran peleados entre sí. Aquí en España, la situación es para una película de Almodovar. Es impensable que los profesores de mayor renombre hagan algo junto. Los aikidocas “juran” lealtad institucional al Maestro de la organización a la que pertenecen. El entrenar con otro profesor distinto o asistir a un curso de otro Shihan es una herejía pagada con el destierro de la asociación a la que perteneces o con la más absoluta soledad dentro del Dojo; el delito: haberte ido con “otro” profesor.
Esto no es solo una cuestión de alumnos, lo que comento es una conducta sobre todo de “profesores” y Shihanes. El practicante esta deseando llegar a tener grados para autodefinirse como “Maestro” y crear su pequeño feudo. Yo soy 4 dan Aikikai y tu? Esa es la consigna generalizada del que se autoproclama Maestro. La gente practica para tener grados, y se acerca a ti para que le presentes al Shihan de turno que examina dando grados Aikikai. He visto anuncios donde se dice: “Aquí se expiden grados Aikikai, ven a entrenar con nosotros”, y yo me pregunto: ¿pero en la carrera de un artista marcial serio, donde queda esto?.

 Sé que me diréis, bueno, es el sistema de grados que tenemos, el Menkyo Kaiden, y mi respuesta es sencilla, yo no estoy en contra de los grados sino de cómo se otorgan esos grados, y para qué se otorgan.

 Hace tiempo, nos comentaba nuestro Maestro que, antiguamente, el examen de Shodan era un paso muy importante en el Budoka. Para su preparación era necesario 10 años de practica continuada, y que el otorgamiento de grados Dan, se reservaba para gente que había acreditado su experiencia y su sabiduría en el arte que practicaba.

 ¿A cuantos cinturones negros (shodan) de aikido se les hace un examen teórico? ¿A cuantos se les exige que expliquen una clase práctica? ¿Cuánto dura un examen de Shodan? ¿En qué situaciones se les introduce a los examinandos?.

 A día de hoy, una persona con un entrenamiento regular con 3 años de práctica obtiene el tan ansiado cinturón negro 1er Dan AIKIKAI (que no falte la coletilla), y se convierte en otro instrumento mas del profesor que lo presenta para publicitar su dojo:” tengo no se cuantos cinturones negros en mi dojo”. Eso hace respaldar su acercamiento al Shihan de turno, que en definitiva, es por lo que la gente se acerca a ese dojo.

 Y me pregunto, ¿Dónde queda el mensaje del creador del Aikido? ¿Dónde queda ese amor hacia el prójimo? ¿Donde queda ese animo de no oposición? ¿Dónde queda el mensaje de que el aikido debe formar una gran familia? Sin lugar a dudas, mis preguntas son irónicas, por si no se había dado cuenta el lector.

 Por eso, cuando me preguntan en un entrevista, el aikido es el arte de la paz, verdad??, siempre acabo riéndome…

 Pero hay algo mas importante, ya eres cinturón negro, ¿Qué eres capaz de hacer?¿ Qué es lo que realmente tienes?

 Siempre he considerado, toda esta parafernalia del aikido, un escaparate de marqueting para que la gente se acercara al aikido por lo exótico de su mensaje. Crear algo diferenciado del resto de artes marciales. De nada nos sirve a los aikidocas, si la mayoría de los que lo practican que pertenecen a distintas asociaciones, se critican, no pueden verse ni siquiera de reojo. Alguno dirá, hombre, a mi me sirve el mensaje del aikido e intento llevarlo a mi vida. Mi respuesta es clara, enhorabuena por ser consecuente, ya era hora!!

 Este año en Francia, me hacia gracia que cuando alguien se ponía a entrenar conmigo al ratito me decía el grado que ostentaba, como si fuera su apellido. Luego se me acercaban practicantes que se autodefinían como los ukes de tal o cual profesor, o ushideshis. Pensaba para mí, que aquello que no podían demostrar en el tatami debían justificarlo por su pertenencia a un “grupo”, a una casta de “élite”.

 Recuerdo una frase de Ikeda Shihan que me sorprendió mucho, dijo: “aquí hay mucha gente que debería pintarse el cinturón negro de blanco” No comment.

 La gente quiere aparentar, quiere pertenecer a algo que “creen” que les lleva a estar por encima de los demás; eso es legítimo, no hay nada malo en ello, pero debe entender que eso no tiene nada que ver con el camino de un artista marcial. Los grados son hechos accidentales en ese camino, si llegan bien y si no llegan también bien. No pueden convertirse en el fin de la práctica. Y ni, mucho menos, en el hueso que el amo le da a su perro cuando le muestra fidelidad.

 Las diferencias, los problemas, las envidias, las tensiones,…me han hecho reconfortarme en el camino que he elegido. Son varios los Shihanes que nos han advertido que: “ese camino es muy solitario, pensadlo”. Pero siempre he respondido de la misma manera: “El camino que uno hace siempre es solitario porque nunca antes lo ha recorrido nadie”

 Que tengáis suerte en encontraros…

 Marcos Peña